Leo en una información difundida por el diario El Mundo que el bebé mas prematuro del que hasta ahora se tiene conocimiento (tan sólo había pasado 22 semanas dentro del útero materno) recibe el alta médica.
Se trata de una niña norteamericana Amilia, que con su mínimo tamaño al nacer, (241mm y 284 gramos de peso) se agarró a la vida con todas sus fuerzas y tras cuatro meses de cuidados hospitalarios va a recibir su merecida “alta”
Y me maravillo del milagro de la vida, de la capacidad de supervivencia del ser humano, del avance de la ciencia médica, de los conocimientos técnicos para llevar a cabo esta proeza y sobre todo admiro profundamente, sin saber ninguna de sus circunstancias personales, a los valientes progenitores, que decidieron dar una oportunidad a la vida a ese ser que estaba destinado a morir pero predestinado a vivir.
Esta noticia me trae inmediatamente a la mente otros casos contrarios, llenos de egoísmo, y de excusas para acabar con la vida de aquellos desprotegidos de manera que permitan “disfrutar” de una vida mas cómoda y sin complicaciones.
No voy a realizar ningún alegato ni en contra ni a favor del aborto, pues no soy yo quien deba juzgar situaciones y decisiones íntimas de los individuos, sólo quiero manifestar la grandeza de esas personas valientes, conscientes de la importancia de la solidaridad, y sólo quiero resaltar la grandeza del milagro de la vida.
Conozco el caso de alguna pareja , no noticia de algún periódico, a la que se “recomendó” no seguir adelante con el embarazo por los problemas que traía el futuro niño/a y por las complicaciones posteriores de todo tipo, que los “afectados” deberían hacer frente. En otras palabras, “deshacerse del problema ya”. La “recomendación” desgraciadamente no vino de un único, denominado “profesional médico”, sino que mas de uno, se negó a colaborar profesionalmente durante el embarazo, por dichas dificultades y por las presumibles complicaciones futuras, recomendando a los desconcertados padres la búsqueda de otro profesional dispuesto a ayudarles. Y la joven pareja ante la inicial “sorpresa” al recibir tal recomendación decidió, con mas fuerza que antes seguir adelante, dando un ejemplo de humanidad, coraje y capacidad de sacrificio , poniendo todos los medios para ayudar a nacer a su hijo.
Como era de esperar, encontraron otros magníficos profesionales médicos que no sólo les animaron y apoyaron en su particular pelea, sino que pusieron a su disposición todo su saber profesional.
Tras el nacimiento, empezaron los problemas y se sucedieron las operaciones, pero la calidad humana de los padres afrontando tan delicados momentos, y su fuerza para luchar contra las adversidades nos enseñó, a los que tuvimos la suerte de conocer la situación, que nadie tiene la potestad de decidir sobre la vida de los demás, que nuestra obligación es luchar con todas nuestras fuerzas por ayudar a nuestros semejantes.
La vida es un milagro y nadie puede privar a un semejante de disfrutarlo.
Poco a poco se fueron superando las adversidades, y como en el caso de Amilia aprendimos que a pesar de las limitaciones, la lucha de los mas indefensos y sobre todo sus ganas de agarrarse a la vida son tan inmensas como su derecho a vivir.
No voy a discutir que es lo mas o menos conveniente, ni sobre lo que es o no justificado, ni si lo ampara o no la ley.
Simplemente pienso que una sociedad avanzada, con capacidad tecnológica, con medios, con gente buena, ha de poner todos sus esfuerzos en ayudar a los demás a incorporarse a la vida, sobre todo a aquellos que van a precisar de una mayor solidaridad de todos, hay que poner todos los medios para favorecer personal e intelectualmente su integración, en lugar de favorecer su desaparición sin darles la oportunidad de vivir.
El ejemplo de Amilia, como tantos otros mas cercanos, nos enseña que a pesar del utilitarismo y egoísmo de la sociedad, afortunadamente existen personas, muchas personas, que anteponen sus sentimientos y su coraje y que enseñan cada día que la vida es un don del que debemos disfrutar, y del que nadie puede erigirse en dueño.
La vida es un regalo al ser vivo, al que le ha sido donada, teniendo el derecho a disfrutar de ella y no es susceptible de ser legislada por intereses partidistas.
Por muy pocas que sean las posibilidades de supervivencia y por muy mermadas que estén las fuerzas, las ganas de vivir y la lucha por la sobrevivir es algo innato a la naturaleza humana, aunque a veces nos intenten vender lo contrario.
Nadie puede determinar a través de una ley, cuando los demás tienen o no derecho a nacer. No se puede acotar con plazos el derecho a disfrutar de la posibilidad de nacer. El ser vivo lo es desde el momento de su concepción, aunque su tamaño sea ínfimo y su capacidad de defenderse nula. La decisión sobre quien puede o no nacer y por tanto disfrutar de su vida no es una decisión que podamos vestir de legal encorsetándola dentro de ciertos plazos temporales.