Cesar Vidal, conocido presentador de la Linterna en las noches de la COPE se ha convertido en los últimos años en una referencia de pensamiento tanto para los que le siguen a través de las ondas como para los que no lo hacen.
Tiene la habilidad de llamar a las cosas por su nombre, pero como diría ZP, sin acritud. Desentraña la noticia aportando su visión estudiada e intentando la objetividad aunque nunca ha disimulado cual es su pensamiento.
El hecho de que presente un programa a través de la COPE, le restará innumerables adhesiones y lectores, de una parte de la población que hace de la política un punto de desencuentro y que no es capaz de escuchar opiniones divergentes.
Sin embargo, el que se acerque a su programa, sin prejuicios políticos, descubrirá un profesional magníficamente preparado, dialogante y culto.
Entre su prolífica obra repleta de numerosos ensayos sobre temas de actualidad, destaca esta novela policíaca “Los hijos de la Luz” situada en el siglo XVIII entre Baviera y Francia y en la que se mezclan dos investigaciones, separadas en el tiempo y sin aparente conexión entre ellas.
Este tipo de estructura “engancha” ya que queremos saber que pasa en la investigación que estamos leyendo a la vez que queremos volver a la otra investigación para ver como avanza.
Con este planteamiento, “obliga” al lector a devorar las hojas del libro ante la intriga de que pasará a continuación en cada una de las historias.
La grafología, encarnada en uno de los personajes permite un avance “mágico” en las investigaciones y nos muestra un buen conocimiento del autor por esta ciencia, que nos hace sentir cierta “curiosidad” de profundizar en el conocimiento la misma.
Los distintos puntos de vista sobre la vida, de los dos principales personajes, un experto grafólogo y un tenaz policía nos harán valorar el sentido de la amistad, sin condiciones, de la verdadera amistad
Las novelas son recomendables cuando a parte de entretenernos nos enseñan y nos sugieren temas para nuevas lecturas y “Los hijos de la luz” es una de ellas